La historia de un chico de veinte años en la guerra del Golfo tiene poco que ver con lo que ofrecían los periódicos o la televisión de la época. Se describe la guerra vista desde el suelo con imágenes de pozos de petróleo ardiendo en la noche, cual cometas caídos del cielo; habla de reclutas ruidosos, cachondos, polvorientos, llenos de entusiasmo y, al mismo tiempo, atemorizados ante la idea de toparse con el enemigo en cualquier momento; de chicos jóvenes a los que habían dejado caer en un terreno inhóspito, que mataban el tiempo jugando al fútbol con las máscaras antigás puestas, mientras esperaban paquetes de casa, cartas y revistas porno, que apostaban en combates de escorpiones y se emborrachaban para celebrar la Navidad. Sin embargo, en esta situación infernal nacieron amistades improbables, lealtades eternas, una camaradería que nada podría romper, la hermandad de los “jarheads” que se habían jurado fidelidad eterna… “semper fi”.